¿Necesitas presentador o presentadora en un evento? ¡Sí!
Es una pieza clave en un evento y, como tal, se le debe dar la importancia que realmente tiene. Contar con un/a profesional para presentar jornadas, galas, congresos (¡y lo que surja!) es un ingrediente clave para que el encuentro en cuestión sea un éxito.
El presentador o la presentadora es mucho más que una voz que sigue un guion. Es el alma que conecta con la audiencia a través de una buena dosis de carisma, de dominio del escenario, de capacidad de reacción y adaptación ante cualquier imprevisto. Es, al fin y al cabo, quien tiene el poder de generar expectativas mientras se desarrolla la sesión, de ayudar a catapultar el impacto de cada intervención con sus introducciones (breves, por cierto) y con el difícil manejo de los tiempos. Su buen hacer asegura que se mantenga el ritmo adecuado para garantizar que cada momento fluya de manera natural.
Además, la conexión con el público es clave. Alguien que tiene tablas sabe leer las reacciones de la audiencia y ajustarse a ellas al momento, modulando su tono o cambiando el enfoque, según sea necesario. La presentadora o el presentador sabe reaccionar con calma y humor para convertir posibles obstáculos en oportunidades para generar cercanía y complicidad con el público. Y todo ello lo hace con soltura.
La naturalidad con la que se maneja el/la profesional en el escenario o ante un gran auditorio concurrido es crucial para que la sesión fluya en un entorno placentero y cómodo tanto al público como a quienes participan activamente en el evento con intervenciones y ponencias.
La comunicación no verbal también juega un papel destacado: el lenguaje corporal, la expresividad y saber moverse en un escenario refuerzan el mensaje, aportando una dimensión extra a la presentación. Cuando hay un escenario, el presentador o la presentadora lo convierte en su propio espacio, desplazándose y haciendo suyo el entorno para capturar la atención de la audiencia.
De hecho, esta figura comunicativa no solo informa, sino que enfatiza los puntos más importantes, apoyándose en herramientas como tarjetas para reforzar los mensajes que debe destacar. Para ello, resulta esencial conocer en profundidad el contenido del acto y los objetivos del evento es esencial.
La profesionalidad y el dominio del espacio proyectan una imagen corporativa sólida y cuidada, lo que eleva la percepción del evento y potencia su impacto. Su rol es esencial para transformar un programa bien organizado en una experiencia memorable e inspiradora.